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Más de un siglo atrás: todo sobre la Gripe Española de 1918

Más de un siglo atrás: todo sobre la Gripe Española de 1918

Provided: Flavia Almeida

Date: 24 Mar 2020

Más de un siglo atrás: todo sobre la Gripe Española de 1918

Pasó hace un siglo pero muchas de sus lecciones siguen vigentes en estos tiempos de alerta global por el coronavirus. Hablamos de la bautizada como gripe española de 1918, una pandemia de influenza que arrasó en todo el mundo coincidiendo con la Primera Guerra Mundial y cobrándose una cifra aterradora de víctimas mortales: entre 50 y 100 millones de personas perdieron la vida -675.000 de ellas en Estados Unidos-, en lo que se consideró uno de los brotes epidémicos más graves y mortales de la historia de la humanidad.

 

En este artículo degranaremos los números, la expansión y las olas que caracterizaron a la gripe española de 1918. La primera curiosidad es que su nombre no obedecía a su origen, ya que la epidemia no nació en nuestro país. Se bautizó como tal porque en la contienda bélica España se mantuvo neutral y reportaba las noticias sobre la enfermedad sin restricciones ni censura por parte de los medios de comunicación.

Los números de la gripe española

La duración de la pandemia gripal se extendió desde comienzos de 1918 hasta el verano de 1919: se calcula que se contagió un tercio de la población mundial, afectando a unos 500 millones de personas, y que la altísima tasa de mortalidad se situó entre el 10% y el 20%. No se ha observado una tasa de mortalidad equiparable durante cualquiera de las temporadas de influenza conocidas o pandemias que ocurrieron antes o después de esta. En total, desapareció en torno a un 3% y el 6% de la población mundial por culpa de este brote.

 

De todos modos, se estima que las víctimas reales podrían ser muchas más que las que nuestran las cifras oficiales, ya que muchos de los gobiernos emplearon su capacidad de censura para limitar la información en el contexto sociopolítico de la Primera Guerra Mundial.

 

Los segmentos más afectados fueron los niños menores de 5 años, los adultos con edades comprendidas entre los 20 y los 40 años y las personas mayores de 65 años. Uno de los rasgos exclusivos de esta gripe fue el elevado índice de mortalidad en personas sanas. Mientras duró, en países como Estados Unidos la expectativa de vida se redujo, de media, en 12 años, quedando en 36,6 años para los hombres y 42,2 años para las mujeres.

 

Los síntomas propios de esta enfermedad fueron fatiga y cansancio corporal, fiebe alta, dolor de oídos y vómitos ocasionales. La mayor parte de personas fallecidas murieron por neumonía bacteriana secundaria ya que no existían antibióticos disponibles. Una gran fracción de los contagiados murió rápidamente tras aparecer los primeros síntomas, en menos de cinco días y debido a edema o hemorragia pulmonar masiva. No en vano los doctores José María Eiros, María Rosario Bachiller y Alberto Pérez en el libro “La gripe de 1918”, relatan que una persona podía despertarse bien, sentirse enferma a primera hora de la tarde y morir de noche.

 

La gripe mató a dos millones de personas por semana.

El origen de la influenza y su expansión mundial

Aunque su origen todavía es discutido y existe controversia entre autores, los primeros registros contrastados datan del 4 de marzo de 1918 en Estados Unidos en Camp Funston (hoy Fort Riley, Kansas), un campamento de entrenamiento militar para soldados que se desplazarían a Europa para la guerra, aunque en el otoño de 1917 se estima que se produjo una primera oleada en al menos catorce campamentos militares.

 

Los factores que favorecieron su propagación fueron diversos: la movilización masiva de tropas y los espacios cerrados y reducidos: hacinamiento, pobreza y malnutrición fueron un cóctel perfecto para esta enfermedad. Tampoco existía el control actual ni pruebas de laboratorio para analizar el virus, o pruebas para prevenir la influenza. Se carecía de fámracos antivirales y vacunas específicas, por lo que se promovía la higiene, el aislamiento de determinados lugares y el cierre público: en Nueva York se llegaron a establecer multas económicas y de cárcel para aquellas personas que no se cubriesen al toser. En España se utilizaba la vieja máxima del siglo XIX que rezaba así:“de las mortíferas pestes tres diligencias libertan: pronta salida, remota distancia y muy larga ausencia".

 

Tampoco la información vertida por los responsables fue clara o completa, puesto que se interesaba que el capital humano para la guerra tuviese la moral alta: los primeros brotes de la gripe española acontecidos en primavera formarían parte de la “primera ola” de la pandemia, con casos de contagio más limitados y leves que en las dos siguientes. Se calcula que fue ese mismo verano del 18 cuando el virus mutó hasta ser letal: el primer caso confirmado de la mutación data del 22 de agosto de 1918 en Brest, el puerto francés por el que entraron la mitad de las tropas estadounidenses aliadas en la contienda.

 

De esta manera, la primera ola corresponde a la primavera de 1918, la segunda al otoño de 1918 -principal foco y en el que se calcula que fallecieron un 75% de las víctimas-, y la tercera a lo largo del siguiente año, 1919. Aunque tuvo un impacto mundial, no todos los países se vieron afectados de la misma manera: los más vapuleados por este virus fueron los del suroeste de Europa, donde el exceso de mortalidad atribuida a la gripe se situó entre el 10,6 y 12,1/1000, siendo en Madrid del 5,27/1000 y en París del 6,08/1000.

 

Si miramos a España, nuestro país perdió un 1% de la población de la época, registrando más de 200.000 fallecimientos.  Los primeros estudios eficaces no comenzarían hasra 1931 y fue en los años cuarenta cuando el ejército estadounidense desarrolló las primeras vacunas inactivas aprobadas para la gripe, que se fueron empleadas en la Segunda Guerra Mundial.

Los enigmas: secuenciando el virus

Según publicaba la Organización Colegial de Enfermería, un reciente estudio publicado en la revista 'Proceedings of the National Academy of Sciences' (PNAS) y dirigido por el doctor Michael Worobey, de la Universidad de Arizona (UA), en Tucson, Estados Unidos, sugirió que los tipos de virus de la gripe a los que nos exponemos a lo largo de la infancia pueden predecir la susceptibilidad a futuras cepas, lo que permitiría establecer mejores estrategias de prevención y actuación ante el virus.

El equipo responsable de la investigación reconstruyó los orígenes de la pandemia de la influenza A H1N1 de 1918 (IAV), el virus H1N1 de la gripe porcina clásica y el linaje de H1N1 estacional postpandémica que circuló desde 1918 hasta 1957. Así pudieron desmentir algunas de las hipótesis en torno a la gripe española de 1918: la influenza no provino de las aves ni implicó el intercambio genético entre las cepas humanas y de la gripe porcina. La conclusión del estudio reveló que el virus que se convirtió en una de las pandemias más mortales de la historia surgió poco antes de 1918 cuando se adquirió material genético de un virus de la gripe aviar por el virus H1. Este ya habría estado circulando entre los humanos, posiblemente entre diez y 15 años antes de 1918.

La investigación explicó las altasas tasas de mortalidad en personas jóvenes con edades situadas entre los 20 y los 40 años, aquejadas de neumonía y otras infecciones bacterianas secundarias. El estudio sugiere que estas personas nacidas entre 1880 y 1900 se expusieron durante la infancia a un virus H3N8 con proteínas de superficie distintas a las principales proteínas antigénicas del virus H1N1. Esta pequeña cuña de población podría haber sido la menos protegida ante la enfermedad debido a sus anticuerpos: las personas nacidas antes de 1880 o después de 1900 habrían tenido exposición a antígenos relacionados con N1 y/o H1.

El 5 de octubre de 2005 se publicó en la revista Science la reconstrucción completa in vitro del virus, a partir de las secuencias obtenidas del análisis de muestras históricas de tejidos realizados por el grupo de Jeffrey Taubenberger. Casi nueve décadas después se devolvía a la vida a este peligroso patógeno, empleando técnicas de genética reversa en un laboratorio de bioseguridad de nivel 3, de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades en Atlanta.

Los efectos del virus de la gripe de 1918 se estudiaron en ratones, embriones de pollo y células pulmonares humanas, realizando comparaciones y descubriendo aquellos elementos que caracterizaron a la mortífera pandemia. Al igual que el original, el virus “resucitado” mató en pocos días a los ratones y también a los embriones de pollo, del mismo modo que el virus aviario H5N1.

Fuentes | Gaceta Médica/Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades/Universidad de Stanford/BBC/Quartz/National Geographic

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